En su primera película en habla francesa, el director de RoboCop y Bajos Instintos logra un
tándem proverbial con Isabelle Huppert, actriz que llegó inesperadamente al
proyecto tras el rechazo del papel de sus célebres y horrorizadas precursoras.
Cuatro fueron las actrices que
rechazaron encarnar a Michèle Leblanc en el último trabajo de Paul Verhoeven
basado en la novela Oh... de Philippe Djian, convertida en guion cinematográfico
por David Birke. La nómina la integran Julianne Moore, Nicole Kidman, Diane Lane
y Sharon Stone (quien trabajara previamente con el director holandés en Bajos Instintos y en Total Recall). Lejos de sentir desaire alguno por los intentos del realizador de
seducir previamente a esas actrices más relacionadas con el cine de Hollywood, Isabelle
Huppert se puso al hombro el dificilísimo desafío, y los resultados le valieron
a ella una nominación al Oscar por "Mejor Actriz Protagónica" y a la
película, un Globo de Oro al "Mejor Film Extranjero". Este derrotero
con final feliz no fue el primer revés que Hollywood le propinó a Verhoeven. A
raíz de la notoriedad que tuvo en 1977 El soldado de Orange, la Fox pensó en él
para rodar la segunda parte (Episodio V) de La Guerra de las Galaxias. Pero un
hilar más fino respecto de los antecedentes del director (quien cuenta en su formación académica con un doctorado en Física y otro en Matemáticas por la Universidad de Leiden), hizo desistir a los
productores de encomendar el proyecto a alguien que ya había hecho en ese
entonces de la provocación y la revulsividad, parte substancial de su forma de
filmar.
Manifestó el director en una entrevista realizada por Philip Adams haberse visto en varios momentos del rodaje sorprendido por la compenetración de Huppert con el papel: "En una escena de violencia, en lugar de detenerse como estaba previsto ella siguió, de manera que en lugar de pedir corte yo dejé seguir, comprendiendo que teníamos la escena siguiente. Ella había integrado toda la escena en un plano-secuencia, como si un demonio hubiera tomado posesión de la película. Era como si el personaje le indicara hacer cosas que no estaban en el guión. Escenas que estaban en la película, pero en otro orden, o escritas distinto. Era como si ella misma tomara ciertas cosas de la película fuera de control, a través de su personaje, que funcionaba como un médium." Y muchos serán los desafíos que los días posteriores al ataque enfrentará este personaje -que lejos está de permitirnos concebirlo como una víctima-, ya que varias víctimas inesperadas irán anotando puntos en su prontuario, como si se tratase de uno de los videojuegos de la empresa cuyas riendas comanda. E incluso una de estas caídas, acaso la definitiva y capital del derrotero, podría interpretarse como el giro borgeano de la novela de Djian, obra que no ahorra causticidades en sus cuestionamientos a los tradicionalismos familiares, institucionales, sexuales y religiosos. Eviten la frustración de sentir que fueron a ver un thriller, un policial o una película cuya heroína se sobrepone al hecho de haber sido ultrajada en lo más íntimo de su identidad femenina. Vayan a ver una comedia, de eso se trata Elle primordialmente.