domingo, 27 de noviembre de 2016

La Mort de Louis XIV, de Albert Serra, en el marco del 31º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata



L'enfant terrible apela al icónico Jean-Pierre Léaud para encarnar al Rey Sol, en un film en que vuelve a trabajar con un mix de actores profesionales y amateurs. Encierro, declinación, recreación pictórica y una narración en tiempo propio enmarcan los últimos días del más célebre de los luises.  

La interpretación cinematográfica de la historia, en tanto mito o "realidad", es uno de los rasgos distintivos de la filmografía de Albert Serra, motejado l'enfant terrible por la prensa de su lares. En Honor de cavallería (2006), adaptación de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, pudimos ser testigos de esos amables, concisos monólogos con que Don Quijote -en medio de esa soledad que es raramente interrumpida por otros transeúntes- se empeña en inculcar su legado a su fiel escudero. El cant dels ocells (2008) por su parte, siguió a los tres reyes magos en su camino hacia Belén. En Història de la meva mort (2013) vimos a Giacomo Casanova adentrarse en las tierras indómitas del Conde Drácula en su tránsito desde una vida hedonista y voluptuosa, hacia una muerte no menos singular. 

Su último trabajo (proyectado en condición de película "fuera de competición" en la última edición del Festival de Cannes), siguiendo la línea de los tres precedentes que se han mencionado, completa una línea transicional que va desde el vitalismo de los dos primeros films, tomando como bisagra a Història..., hasta la expiración anunciada del Rey Sol, muerto en 1715 a causa de una gangrena. Ahora, los últimos días del monarca, interpretado por el icónico Jean-Pierre Léaud (sí, quien encarnó al Antoine Doinel de Truffaut), son mostrados desde el contexto de encierro en que transcurrieron. De hecho, son contados los escasos momentos en que el paisaje es mostrado, tal vez como necesidad de dar un contrapeso moral a esa reclusión obligada, tal vez como oxigenación visual (poco probable esta inferencia tratándose de Serra) a un espectador agobiado por una lentitud obsesiva, rabiosa, subversiva en tiempos en que la inmediatez parece marcarle el pulso a nuestra cultura y a nuestra vida cotidiana. 

Quedan pocos rasgos de quien fuera, el más mentado de los luises está muriendo, los movimientos son cada vez más esporádicos, el saludo con el sombrero pasa de ser una concesión de ese otrora cuasi-dios a una hilarante caricatura de un vejestorio macilento en las postrimerías de su existencia. Los médicos debaten métodos de curación, académicos y personajes ligados a una medicina primitiva, que va quedando relegada, intentan revertir el declinante cuadro de un anciano que sin embargo, se niega a excusarse de los consuetudinarios reclamos de su investidura: recibir a sus ministros, seguir deslumbrando a sus comedidos acólitos, destrabar fondos para la construcción de un puerto o asistir a la celebración de la misa matinal en Versalles; (un paréntesis para el embaucador interpretado por Vicenç Altaió, quien encarnara a Casanova en Història...; verdadero guiño y paso de comedia, acaso el más explícito de la película). Todo el proceso transcurre registrado en una impronta de duración, cuya única unidad de medida es acotada por una respiración cuyo hálito, como es de esperarse, se vuelve cada vez más esporádico en ese marco rembrandtiano, de sombras de desconcierto iluminadas por candelabros. 

Thierry Lounas (quien produjo Història de la meva mort) vuelve a trabajar con el director catalán co-escribiendo el guión y produciendo; y la dirección de arte de Jonathan Ricquebourg por su parte, logra constituir el entorno tenebrista caravaggiano en el que transcurren los 115 minutos (cinematográficamente hablando) de la agonía del quizás más famoso de los absolutistas de la historia. 

Cierto es que no se puede hablar de este trabajo de Serra sin poner particular foco en la figura de quien protagoniza. ¿Hay un diálogo con cierto cine del cual Léaud es una especie de marca? ¿Hay en la película un retrato del propio actor en tiempos tan lejanos a los años con los que el público lo emparenta? Por lo pronto el director declara haber apelado mucho a la improvisación en el rodaje, rasgo representativo de esa nouvelle en la que descolló Léaud. La segunda pregunta podría contestarla Serra, al interrogante de si tal artificio es otra de sus travesuras, valga lo ligero de la palabra. 

Como en sus predecesoras, La Mort... cuenta con un mix de actores profesionales y amateurs, vale decir que en Honor de cavallería, El cant dels ocells y en Història de la meva mort, los intérpretes no-profesionales fueron mayoría. 

¿Iguala la muerte a los mortales? ¿Humaniza a quienes advierten estar a punto de cruzar el umbral entre lo conocido y sus misteriosos dominios? Intentemos pues, aproximar un paso más a la dilucidación de ese enigma, siendo espectadores de la última diablura de l'enfant terrible, quien se basó en las memorias del duque se Saint-Simon y en las del marqués de Dangeau para hacer una reconstrucción de los últimos días de Luis el Grande, agonía que transcurrió entre el 9 de agosto y el 1 de septiembre de 1715. 



domingo, 20 de noviembre de 2016

Personal Shopper, de Olivier Assayas, en el marco del 31º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata



En la última entrega del director de Irma Vep y Clean, Kristen Stewart da pruebas cabales de bancarse un grado de exposición actoral admirable, interpretando a una médium que debe lidiar por un lado con un mundo materialista, ligado a la imagen, y por otro, con un orbe poblado por titubeantes fantasmas.     

Ayer, en la apertura del ciclo "Charlas con Maestros" de esta edición del Festival, Olivier Assayas se declaró un dialogador permanente con las distintas disciplinas artísticas. Su última entrega no es una excepción a este patrón. En este caso, la literatura, de la mano del espiritista Victor Hugo, y la pintura, de parte de Hilma af Klint, se incorporan de manera adyacente a la trama de Personal Shopper. Maureen (Kristen Stewart) es la asistente personal de una modelo de alta costura que lleva una vida laboral itinerante por los más exclusivos centros de moda. Instalada en París, lejos de su novio trabajando en un emirato, la vida de Maureen discurre entre su trabajo y el intento de contactar con Lewis, su fallecido hermano mellizo, muerto a causa de una malformación cardíaca que ella también padece. Sería inexacto clasificar a este segundo film en que Stewart trabaja con el director y crítico francés (lo hizo previamente protagonizando junto a Juliette Binoche Clouds of Sils Maria en 2014) como una historia netamente de terror o un thriller, ya que aquí la exploración de esa esfera de lo intuido, del más allá, o lo metafísico, como quiera llamársele, muestra a un personaje lidiando en simultáneo con lo externo, así como con sus propios fantasmas personales. Para Maureen, el construir un vínculo certero con esa realidad (externa o interna), acaso sea un escape de su monotonía cotidiana, ensombrecida por la figura dominante de su empleadora, tanto como una esperanza ante la idea de finitud inminente que le plantea su enfermedad; es ahí donde se manifiesta el verdadero horror del que quiere escapar la protagonista. Stewart vuelve a dar muestras sobradas de bancarse ese grado de exposición física al que Assayas la expone en Clouds...: declaró el director de Irma Vep (1996), Clean (2004) y uno de los cortos de la hermosa Paris, je t'aime (2006), haber visto sus trabajos como actiz secundaria en Into the Wild, de Sean Penn y en On the Road, del realizador brasileño Walter Salles, y advertido ese plus actoral que quizás, dentro de los milimétricos cánones del cine industrial, encontraría mucho más obstáculos para soltarse y dar todo lo que puede verse en la historia de esta "compradora personal" lidiando con ese "más allá de lo esperable". La casi ausencia de música (si bien no niega el valor incuestionable de la música en el cine, el director se encuentra en una guerra declarada a lo que considera una invasión del indie rock y el folk alternativo "cool") y la perceptible improvisación sobre la marcha del rodaje, dan cuenta de hasta qué punto Assayas continúa siendo fiel a la Nouvelle vague, movimiento que según su opinión, sigue influenciando fuertemente a algunos cineastas de nuestro tiempo. Personal Shopper le valió a su realizador y guionista la "Palma de Oro" a mejor dirección en el pasado Festival de Cannes


      

Fritz Lang, de Gordian Maugg, en el marco del 31º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata



Fritz Lang no es un biopic que abarca toda la vida del director de Metrópolis. El film de Gordian Maugg (Der olympische Sommer, Hans Warns-Mi Siglo XX, Zeppelin!) se centra en el momento del paso del cine mudo al sonoro a principios de la década de los treinta en una Alemania en plena consolidación del nazismo (admirador y posteriormente enemigo de Lang), tanto como en los cruentos asesinatos protagonizados por Peter Kürten en 1929 que inspiraron M, el vampiro de Düseldorf (1931). Si bien no estamos ante un documental, la frontera entre ese género y el de la ficción inspirada en hechos reales, es atravesada constantemente con bastante eficacia en la película protagonizada por Heino Ferch, valiéndose su director de documentos fílmicos de la época, que son interpuestos con el el objetivo tal vez de predisponer al espectador a los parámetros visuales documentalistas de entonces. Los flashbacks, que retrotraen a los años en que Lang participó como voluntario del ejército austrohúngaro en la Primera Guerra Mundial, explican hasta qué punto ese momento de su pasado y su matrimonio con Lisa Rosenthal (se cita solamente esto con intención de no dar excesivos detalles de la trama), incubó las semillas que eclosionaron más de una década después, haciendo que el protagonismo colectivo, claramente comprobable en Die Nibelungen: Kriemhilds Rache (1924) o en Metrópolis (1927), se direccionase a una preocupación por un protagonista individual. La relación con Thea von Harbou, su entonces segunda esposa y guionista de varias de sus películas -de quien se separaría posteriormente dada la adhesión de ella al Tercer Reich-, aparece como determinante en ilación con ese oscuro pasado, que reflotado por las circunstancias, hace despertar en Lang tanto interés por el asesino serial que fue ejecutado a poco de estrenarse M. Por otra parte, ese clima de policial negro que sobrevuela la historia de manera explícita, anticipa la etapa del film noir norteamericano del cual Lang, tras cruzar el charco, fue un notorio exponente.