domingo, 6 de marzo de 2016

Mustang: Belleza salvaje, de Deniz Gamze Ergüven




El primer largometraje de la cineasta turca Deniz Gamze Ergüven, nominado al Oscar 2016 en la categoría "Mejor película de habla no inglesa", narra el proceso de ruptura con un opresivo paternalismo, ambientado en un pueblo del interior profundo de la Turquía actual.   

En Estados Unidos, se les llama Mustang a los caballos cimarrones que por alguna razón han recobrado la libertad adaptándose a vivir de forma salvaje. Por su parte, cómo olvidar Crin blanc: Le cheval sauvage, aquel mediometraje de 1953 realizado por Albert Lamorisse. O viniéndonos por estos lares, difícil sería no recordar aquel personaje libertario interpretado por Héctor Alterio en Caballos Salvajes (1995), película de Marcelo Piñeyro. La imagen del caballo emancipado tiene un valor simbólico que debe acaso al cine su peso representativo. Mustang: Belleza salvaje, es el primer largometraje de Deniz Gamze Ergüven (1978-Ankara, Turquía), quien si bien recibió su formación cinematográfica en Francia, escogió su país de origen como marco para este viaje a la redención que va desde la opresión impuesta por un contexto hostil, a la posibilidad de escoger (conviniendo que la palabra libertad conlleva significancias tan grandes e inabarcables). Cinco hermanas huérfanas (Sonay, Selma, Ece, Nur y Lale) que transitan desde la preadolescencia de las menores hasta la incipiente juventud de la mayor, viven prácticamente encarceladas por su salvaje tío y su abuela falta de carácter, en una casa del interior de Turquía, a más de mil kilómetros de Estambul. El motivo es simple y concreto: preservar la virginidad de las jóvenes en vistas de un buen arreglo matrimonial futuro. El proceso de encierro se va dando en un in crescendo que refleja la terquedad de ciertas culturas en mantener sus tradiciones paternalistas, costumbres que sin embargo, aun en aquellos países en donde pretenden ser sostenidas, parecen encontrarse en estado de controversia. Como respuesta a este proceso, Lale, la más pequeña, tal vez personificando esa idea de la esperanza de transformación cifrada en las nuevas generaciones, es quien toma con más vehemencia la posta del camino hacia la posibilidad de vivir, sin ser vivida por las corrientes circunstancias. El film no se reserva hacer (cámara rabiosamente intrusiva mediante) un realista retrato humano, étnico, atravesado por un paisaje que contrasta y oxigena el subyugamiento reinante en la esfera antropológica del relato, donde por momentos es quizás un tanto obvia y empalagosa la toma de partido de parte de un narrador visiblemente consustanciado con las contingencias que está reflejando (la directora se reparte el guión con Alice Winocour). Esta vena incisiva es acompañada magistralmente por la música del australiano Warren Ellis, que en algunas secuencias cobra un protagonismo que habla por sí mismo, haciendo que las imágenes pasen a un segundo plano, acompañando a esas armonías homogéneas con interesantes atajos melódicos que cuentan ciertos tramos de la película casi por sí solos. El artificio de mostrar a las cinco heroínas como una unidad (Ergüven declaró tener la intención de mostrarlas como una Hidra de Lerna) es efectivo hasta cierto punto, ya que es obvio que hay una primacía de determinación y que está encarnada en la menor de las cautivas. No es la primera vez que Ergüven trata el tema del encierro en su trabajo. En 2004, realizó un documental llamado Libérables, en el que se recogen los testimonios de hombres recién salidos de la cárcel. Quedará para quienes tengan la oportunidad de ver la cinta, la revelación de si la pequeña Lale logra vencer las barreras físicas y psicológicas y emprender su viaje hacia un territorio menos intransigente, arrastrando a alguna de sus hermanas, pero más allá de su final, Mustang: Belleza salvaje propone un itinerario en lenguaje cinematográfico al que vale la pena montarse. En última instancia, la condición humana, con sus muchos velos y pocas certidumbres, suele parecerse a un caballo inquieto, a veces desbocado, buscando recuperar su intuida libertad.