Nebraska, el último film de Alexander Payne, es sin lugar a dudas su mejor trabajo hasta el momento. Una película que araña el rango de obra maestra y en donde Bruce Dern descolla actoralmente.
No
demasiadas veces, los que amamos el cine, podemos constatar tan claramente a
través de un film, el registro de esos rasgos universales que nos definen y que
se transforman en un código de correspondencia de esos que la gran pantalla,
cuando cuenta con artífices como Alexander Payne en su indiscutible mejor
trabajo, nos regala de una forma inigualable. Acaso la decisión de filmar en
terreno conocido, ya que el director de Nebraska nació en esos lares, tenga que
ver con esto, dado que difícilmente haya manera de pergeñar una película que
arañe tan de cerca la categoría de obra maestra, sin retornar, al menos de
manera simbólica, a los propios orígenes.
Seguramente,
desde la proverbial Big Fish, de Tim
Burton, sea muy difícil encontrar una cinta que aborde de manera tan bella y
profunda la relación padre-hijo, y el tema de la reivindicación de toda una
vida asumida por quien la fuerza de las circunstancias ha elegido para llevar a
cabo una empresa de una envergadura tal.
Woody
Grant (Bruce Dern), es un anciano cuya conexión con la realidad ha menguado
considerablemente, vive con la mujer con quien se ha casado (June Squibb) -acaso
porque fue la primera en pedírselo- en Billings, un pueblo del estado de
Montana en los Estados Unidos. Woody recibe un buen día un comprobante que lo
acredita ganador de un millón de dólares, timo ya pasado de moda que utilizaron
en su momento ciertas publicaciones para granjearse suscriptores, y a partir de
ese momento, su único objetivo es trasladarse a la ciudad de Lincoln, en el
estado de Nebraska, para cobrar su premio. Es casi imposible no retrotraerse al
entrañable personaje interpretado por Richard Farnsworth en A staight story, de David Lynch, en la
circunstancia de ver a un anciano jugándose su última carta existencial contra
viento y marea. Sin embargo, el personaje encarnado por Farnsworth, va
cosechando a lo largo del camino innumerables colaboradores que lo ayudarán a
lograr su objetivo, pero en el caso de Woody Grant, será solamente uno de sus
hijos (Will Forte) quien progresivamente asumirá el rol de aliado de su padre
en esto de trazar inconscientemente el camino de regreso a sí mismo.
El
marco visual de este viaje filmado por Payne, quien ha dado muestras sobradas
de saber de qué va el métier de las road movies en About Schmidt (2002) y en Entre
Copas (2004), es el otoño de ese medio oeste norteamericano, con sus
planicies interminables, sus árboles raquíticos, sus pueblos desplumados por un
aire de crisis económica, que gracias al aporte del blanco y negro, remite a
las épocas del crack de los ’30 arrojando sus residuales vendavales al
presente, como si el tiempo intermedio entre la gran crisis y la época actual
hubiese sido suprimido. Declaró Payne en una entrevista realizada por Jeff
Goldsmith: “cuando
comenzamos a rodar, Estados Unidos se hallaba en plena crisis económica. Eso me
hizo querer asociar visualmente la contemporaneidad con los tiempos de la
Depresión de los ’30. Y esos tiempos los vimos en blanco y negro.”
Nebraska es la
sexta película de Alexander Payne y la primera que no lo cuenta como guionista,
respecto de esto habló también su director en la entrevista que tuvo con
Goldsmith: “Encontré un guión, el
de Bob Nelson, que parece escrito por mí (risas). Tiene todo lo que suelo
incluir en mis películas: el camino, el viaje, un protagonista mayor, unos
personajes interesantes (así al menos me lo parecen a mí), la fusión entre
drama y humor. Y encima tiene algo que nunca incluí, de tan adentro que lo
llevo: transcurre en Nebraska, que es donde nací. Con la ventaja de localizarse
en zonas del Estado que no conocía bien y que el rodaje me dio oportunidad de
conocer.”
En un principio la idea de Payne era que el rol de Woody Grant lo
interpretase Gene Hackman, pero ante su negativa, acudió a un Dern que en Nebraska, como Jack Nicholson en About Schmidt o George Clooney en The descendants, hace un trabajo en
contrapunto con el cliché actoral con el que el público los asocia. Pocas veces
puede verse tan claramente la maestría de un director para capitalizar el
potencial actoral de uno de sus dirigidos, llevarlo a su grado cero y desde
allí, hacerlo descollar como lo hace Dern en la interpretación de este
quijotesco y taciturno anciano que entre otras cosas, sale al camino en busca
de la recuperación del honor perdido.
El último film de Payne obtuvo la “Palma de Oro” a “Mejor actor”
para Bruce Dern en el Festival de Cannes 2013 y está nominado a seis premios
Oscar 2014, en los rubros “Mejor película”, “Mejor director”, “Mejor guión
original”, “Mejor fotografía”, “Mejor actriz de reparto” para June Squibb y
“Mejor actor” para Bruce Dern.