se esfuman, se diluyen como la espuma.
Las horas, las horas arrastran ese enfático devenir
de vientos que borran las huellas del silencio.
Las únicas palabras emergen,
consumación de lo cristalino,
capitulación de un fuego que se agiganta,
descubre en su interminable humear de nuevas épocas
ese triste y reiterado andar.
Andar entre hielos que pugnan por sostener el prodigio:
mueren los cerezos
para luego despertar
al tibio agasajo de la multiplicación…
Crecen como crecía entonces el viento,
cuando arrastraba la intolerable bruma
hacia regiones predestinadas
al embrujo de las perpetuas flores.
Las únicas palabras emergen,
símbolo desafiando al símbolo,
dejando al descubierto la acendrada significancia.