lunes, 30 de julio de 2012

Las únicas palabras

Crecen como crecía entonces la nieve,

se esfuman, se diluyen como la espuma.

Las horas, las horas arrastran ese enfático devenir

de vientos que borran las huellas del silencio.



Las únicas palabras emergen,

consumación de lo cristalino,

capitulación de un fuego que se agiganta,

descubre en su interminable humear de nuevas épocas

ese triste y reiterado andar.



Andar entre hielos que pugnan por sostener el prodigio:

mueren los cerezos para luego despertar

al  tibio agasajo de la multiplicación…



Crecen como crecía entonces el viento,

cuando arrastraba la intolerable bruma

hacia regiones predestinadas

al embrujo de las perpetuas flores.



Las únicas palabras emergen,

símbolo desafiando al símbolo,

dejando al descubierto la acendrada significancia. 

martes, 24 de julio de 2012

El mar, el invierno y el hombre

Una brisa helada le surcó cara.

La playa y la ciudad desplegaban una diáfana soledad.

Se arrellanó al final de la escollera

envuelto en una casi invisible bruma

y observó a las piedras cubiertas de un utópico verde.

El agua había trepado incansable durante décadas,

componiendo una escena atrapada por primera vez:

ceñidas por una reunión de millones de diminutas esmeraldas

las rocas exhalaban una letanía tras la partida de la blanca y salada efervescencia

(todo te sobrevendrá, tras la dimisión, 

una involuntaria memoria traerá consigo la primera y relegada resonancia...)



Anochecía;

mientras él caminaba de regreso,

recordaba el mundo,

y el canto más esencial

regresaba al abrigo de la renovada espuma.