De la usurpación de
monstruos
que habita este que
ya no camina,
ya no recorre las
veredas.
Las gastaba un helado
ventarrón:
éramos niños aún,
cuando veíamos
el arribo de la gris
ensoñación,
de abuelas que
esperaban dentro,
nos preparaban el
sueño.
Habita el que ya no
camina,
porque las calles se
han llenado
de mercaderes,
de trágicas
felicidades,
de amores inútiles,
de tristes
sobrevivientes.