jueves, 14 de julio de 2011

Caminar (los senderos por venir) Dedicado a Pasolini y su Teorema, dedicado al desierto, dedicado a los eternos buscadores...

   Caminaré, perturbaré al menos por un instante a este siniestro remanso de calamidades. Caminaré, sordo y ciego ante el ruinoso ruido de las ruinas que empiecen a caer en su propio abismo. Caminaré, caminaré con el retumbo de Hawthorne en el alma, vacío el corazón, a la espera de esas amarillas constelaciones que danzan con el cálido vientecito de diciembre. Caminaré, dejaré atrás la vigilia vana para sumirme en la estrepitosa cancelación de una anticipada y absurda muerte. Caminaré quizá sin cómplices, sin canciones anodinas, sin el fragor de las antiguas arengas, sin la esperanza de recobrar el evadido e ilusorio fuego. Réprobo de toda reprobación, desbarataré con un silencioso y sostenido paso las primeras pertenencias. Caminaré, pagaré uno a uno mis genuinos pecados, inserto de lleno en la inconmensurable estridencia de un tiempo ajeno al Tiempo. Caminaré, caminaré...  

sábado, 9 de julio de 2011

Poema Nro. 10, Amelia, La Frontera (versión extendida)

Nadie más que Amelia

puede escuchar el deceso

de un silencio encerrado:

deseas vivirme en silencio.

Estas épocas de soles totales,

de inviernos humanos,

han levantado un muro entre mí y lo posible.

Piensas transitar otras calles,

las de aquí, refugio de fantasmas,

se han vuelto fatales,

piensas retornar a los dominios del silencio,

donde el arte, desvelo de tontos,

voracidad de farsantes,

se vuelve innecesario.

Volver, retorno, regreso...

El artífice se derrumba

cuando el sueño me rehace,

utopista del eterno movimiento

busco despertar bajo otras luces 

al que se ha vuelto padre y prisionero de un mundano embujo.

Volver, retorno, regreso...

Ay de los aliados que duermen, 

ay de este destierro,

ay de aquel nublado río...

domingo, 3 de julio de 2011

Poema Nro. 4, Amelia, La Frontera (versión extendida)

Asciendes,

baila este incendio

con el hielo que buscas Amelia.

Duermes el sueño de los sueños,

oyes al viento que vuela a tus espaldas,

te arrastra, te acerca

al más premeditado de los oestes.

Asciendes,

baila esta niebla

con tu niño muerto.

Arriba,

se desvanece ese olor antiguo:

recoge aquellas olas de río,

tráelas contigo para no extraviarte.



Pues el tiempo es un abismo ante nosotros

ciegos sobrevivientes de lo insignificante,

hemos olvidado la voz de los muertos:

cuando niños nos cantaban a través de un cálido viento,

la experiencia revelaba esa inmaculada perfección de los sauces,

nos mostraba un camino, esa interminable travesía 

donde las abuelas moraban aguardando peregrinos.



Asciendes,

baila esta niebla

con tu niño muerto.

Pues el camino es un reguero de cadáveres inútiles,

de mudas máquinas,

de reyes anodinos

     señoreando una nada...